sábado, 10 de julio de 2010

todo estará bien, tengo tanto que aprender . .

Pude mirarte. Te miré.
Entre la gente, entre las estrellas, entre planetas sonrientes y lunas sinceras.
Te miré y se encendieron todas las luces de la ciudad, todas las luces de mi alma, no por ratos, para siempre.
Pude verte y sonreí, quise escribir porque supe me ayudaría a vivir y me fui. Me fui y regresé. Regresé entre espejos a esperarte. Aquí estoy denuevo, crucé el abismo, soporte la tormenta, guardo silencio, aguardo.
Seré paciente, sabré esperar. Como el sol espera a la luna llegando el eclipse, como el invierno a la primavera para sentir su calidez, como un sí espera un no, como cada segundo espera cada minuto, como el fuego a la piel, como el hoy espera un mañana, como yo te espero a ti.

martes, 6 de julio de 2010

Aquella noche

Fue la cena más interesante y dulce de los últimos años. Tal vez la cena más interesante de mi vida, no sé. Las velas y ese calor especial, el olor a misterio en cada palabra y mirada, la sangría dulce y peligrosa que envolvía el ambiente, la música suave, la noche maravillosa y ese cielo despejado, tu compañía, el momento ideal, era todo perfecto. Me encantaba fijar mis ojos en los tuyos. Lo más sorprendente fue vernos en un lugar donde podría apostar jamás imaginamos encontrarnos o al menos la posibilidad era demasiado remota. El tiempo era el mejor y verte tan radiante, tan llena de vida y de ganas de hacer tantas cosas me hacia pensar que podría combatir al mismo demonio si estuviera a tu lado y ganarle cualquier batalla. Los momentos y las risas me envolvían en una nube de ternura infinita, ternura extrema. Suelo ser demasiado emocional en una situación así y me vuelvo más sensible, suelo apreciar cada detalle, cada segundo, detengo cada instante por observar hasta el aire que respiramos y que se mezclaba entre nosotros haciéndonos cómplices de algún modo, cómplices complicados, cómplices sin saberlo.
Puedo recordar perfectamente tu mirada, era ideal. Tus ojos brillaban y yo asumí que conversaba con la mujer mas feliz del mundo, regalabas carisma por todos lados y me encantaba estar acompañado de esa princesa encantadora. Tus ojos acorazonados que me daban toda la ilusión que necesitaba para soñar y escapar siempre por donde estés, esos ojos que conspiran con el cielo y que al verme el rostro podía sentir que atravesaban mi alma. No podía ser tan mal educado, daba gracias al mundo entero porque estuvieras ahí, porque fijes tu mirada en la mía y poder compartir ese momento tan irreal.
Recuerdo cada sonrisa tuya. Me encantaba hacerte reír y contarte cada cosa que alguna vez pasé solo por poder arrancarte esa sonrisa que me transporta al mundo perfecto. Es especial. Sonrisa inolvidable. Podría vivir el resto de mis días pendiente de tus labios, pendiente por hacerte feliz, atado al momento más feliz de tu vida y al viento que roza tu rostro libre cuando dices mi nombre y ser feliz. Sonríe para que aparezca el sol por aquí. Sonríe, te va muy bien.
Recuerdo casi todo lo que hablamos esa noche y lo bien que llegaban tus palabras a mí, lo bien que leías entre cada línea lo que pensaba e ibas adecuando la situación y el momento a nosotros. Recuerdo casi todo de esa noche que pasó rápida, como todo lo bueno. Cuando menos lo pensé y sin quererlo estaba tomando el último trago, el último momento, me levante de la mesa, agradecí por todo y esperé a que te levantes para salir detrás de ti con temor a lo que venía que era la inevitable partida. No podía dejar de pensar que si fuese eterno sería ideal. Esa noche debió ser esta noche, esta noche en la que escribo, esa noche debió ser todas las noches, debería.
Nos alejamos de ese lugar, el viento en tus mejillas y yo encantado con eso, mirando el camino, mirando tus ojos, tus manos, examinando y descubriendo tanto y a la vez sintiendo el vacío que llegaba al saber que cada minuto que pasaba contigo era uno menos porque estaba cerca la despedida. Te dejé sin querer dejarte, en la puerta de casa. Un beso, un abrazo, un hasta pronto. Una mirada dulce. Di dos pasos alejándome y quise regresar a ti. No buscaba razones, solo sentía. Mi mente decía jamás te olvidé. Es verdad, nunca te olvidaré.